Estas letras no tienen límites ni fronteras. Nos separa apenas un río, pero nos unen millones de palabras: cuentos, poemas, historias de vida, por eso nos lanzamos a escribir eliminando todo límite.
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sábado, 29 de octubre de 2011
La bruja de la aldea.
La bruja de la aldea se enfermó.
Se enfermó y llamó, convocó a todos. Nos mandó una tarjeta primorosa bordada con diademas de flores naturales que desaparecían al leer la nota.
No soporté su enfermedad y me escondí en un ropero que había en el viejo garaje. Adentro del ropero había todo tipo de vestimentas, fui marinero, cocinera y luego novia antigua.
Cuando tenía el vestido blanco puesto mi hermana abrió la puerta y me dijo:
- Elina está enferma, nos necesita.
- No puedo- susurré pero ya me llevaba con vestido de novia.
En el camino había numéricas procesiones de animales llevando sus huevos en ofrenda. Fui cuidándolos hasta la puerta y sentí que la parentela gritaba susurrando:
- La novia… la novia…
No podía avanzar, me pisaban el vestido. Se oía todo el fresco de la tarde cuando entramos a la habitación de Elina. Una luz azul se desprendía de su cabeza y otra brillando naranjas salía de su boca. Donde llegaba su aliento de naranjas se abrían azahares y yo recordé la chacra, la infancia y no supe por qué pero vi todos mis primos alrededor de la cama de la bruja de la aldea.
- ¿ Dónde está la novia? – preguntó y ellos me empujaron.
- No te vayas ni un segundo – ordenó con aliento de azahares y supe que se moría.
Cuando dejó de respirar rotó el viento su sentido y abandonó la casa. La luz azul y la naranja giraban como locas y se posaban en mi falda. Cuando las luces cesaron las tenía en el centro del vientre, por dentro, acomodándose en mi útero.
No quedaba nadie y los animales habían comido sus huevos. Lloré dos o tres lágrimas violetas de muerte.
Me quedé dormida y nunca más la vi.
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