Estas letras no tienen límites ni fronteras. Nos separa apenas un río, pero nos unen millones de palabras: cuentos, poemas, historias de vida, por eso nos lanzamos a escribir eliminando todo límite.
Vistas de página en total
miércoles, 2 de noviembre de 2011
En los ojos de la vacas
Hoy estuve de vuelta en el camino. Piedras calientes de sol tempranero, florecitas multicolores, tan pero tan pobrecitas, algún que otro pasto apretado en el borde y el perfume de las vacas que pastan mudas y tristes como siempre.
Creo que fue ese aroma campero que me trajo la imagen del viejo medio indio que fue mi tío abuelo, la leche sacada tibia de la ubre rosada, tomarla ahí mismo, romper el sabor contra el paladar de la infancia. Entonces supe que recordaría a mamá. Por lo de la leche, mi primer sabor en la vida.
Era una siesta similar a la de hoy. Había un plantío de albaca y unas flores que mi madre aseguraba que bajaban la fiebre, no puedo recordar el nombre, eran azules. Yo tenía mucha fiebre y mamá insistía que en bebiera el agua azulada de las flores. Me negaba, resistía, hasta que mi hermana y mi tía me engañaron, la bebí sin darme cuenta. Creo que al instante vi las vacas, fue la primera vez que las miré a los ojos, tenían los mismos ojos tristes y cansados de las vacas que vi hoy.
Ese día cuando bebí el agua vi en los ojos de las vacas al abuelo muerto, tenía su sonrisa de siempre y me mostraba otro camino sin flores azules, sólo amarillas. Me fui con el abuelo y lo perdí en un recodo verde del sendero sinuoso. Quise gritar pero me quedé asombrada viendo como venían hacia mí unos zorros de cola roja. Me miraron con esa cara, tuve miedo, pude gritar pero me hicieron señas que no, con la pata, una seña humana.
Hoy en este otro camino, en los ojos de las vacas volví a ver muertos. Pero son tantos que debí traspasar la mansedumbre de esos ojos para enterarme que en el otro camino también hay flores que no son azules. Después caminé con todos ellos y me di cuenta que los llevaba como prendidos a los talones y a la sombra.
Son demasiados muertos y a todos los quiero tanto que seguí caminando tratando de no perder de vista a las vacas porque son las únicas que posibilitan estos encuentros atrás de esos ojos mansos que mañana agonizarán en un matadero.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario