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jueves, 8 de septiembre de 2011

¡Cuánto ruido!


Ricardo está muy contento porque tiene un nuevo amigo.  Aunque a él le parece que se conocen desde hace mucho. ¡Es que se llevan tan bien!
La primera vez que se vieron fue cuando entró al aula y la seño Laura les contó que tendrían un nuevo compañero, que se llamaba Roberto, pero que le decían Beto, que venía de la escuela de sordos y que, por no conocer a nadie en la escuela, les pedía que lo ayudaran. 
-Necesita buenos amigos – dijo— y sé que ustedes pueden serlo.
Ricardo sintió que se lo decía a él, porque cuando se miraron los dos hicieron un gesto amistoso con el puño derecho, el pulgar en alto y una amplia sonrisa.  En cuanto salieron al recreo se acercaron y desde hace dos semanas no se han separado más. Al principio pensó que iba a ser difícil hablar con él, pero después se dijo:
-Qué bobo, si viene de una escuela de sordos sabe leer los labios, sólo tengo que hablarle. ¿Todos se pondrán así de tontos con un...  iba a decir discapacitado, luego pensó … un diferente, pero ninguna de las dos palabras le gustó—qué importa, será mi amigo y listo.
En estas dos semanas Ricardo está aprendiendo el lenguaje de las manos y así se han contado muchas cosas, hasta los secretos más guardados: Ricardo le contó que está  enamorado de su vecinita, pero ella ni siquiera lo mira, ¿será porque es dos años mayor que él? A Beto le costó confesar su  secreto.  Después de un largo silencio, le confesó con su  voz suave, algo metálica,  que desea más que nada en el mundo saber cómo son los sonidos,
-¿Viste esos que aparecen en las historietas y en los libros?
 Ricardo pensó en el cuento que les había leído esa mañana la señorita Laura y asintió.
-Bueno, ésos. En los libros siempre dice ‘el silbido de la perdiz’, ‘la lluvia sobre el tejado’, ‘el tintineo de las copas’, Y en las historietas, ¿viste?,  ¡crash!, ¡bumm!, ¡ring!, ¿ves? eso quiero saber.
Ricardo lo miró a los ojos y después de un momento se le dibujó una enorme sonrisa. Beto levantó una ceja y lo miró con curiosidad
-Prometo contarte cómo es cada sonido.
Como en un espejo, Beto repitió la sonrisa. Y… justo en ese mismo momento Ricardo escuchó la campanita del heladero; la frenada del colectivo; una sirena de ambulancia que se acercaba rápidamente;  el bebé que lloraba porque se había caído en el arenero; una calandria escondida casi encima de sus cabezas, entre las ramas del plátano; el motor de una moto que atravesó la calle lateral y aunque sólo la vio un segundo,  aún rugía en el aire; y, además, un fragmento de la conversación de las señoras que pasaban junto a ellos.
Volvió a mirarlo y le aseguró, un poco en broma y un poco en serio:
-Esta será una laaaaaaaaarga amistad. Extendiendo mucho la a.

1 comentario:

Colombina dijo...

Como Ricardo debemos valorar lo que tenemos y dar gracias todos los días.