Vistas de página en total

lunes, 29 de agosto de 2011

Allá arriba y hace tiempo


Cuando estuvo cerca de las primeras lomadas comenzó a sentir cierta inquietud que atribuyó a la ansiedad de ese viaje tanto tiempo programado y que debió postergar, cada vez,  por alguna razón distinta.
El paisaje iba cambiando a medida que se acercaba y la ansiedad aumentaba. Al llegar a la zona donde habría de acampar, el sentimiento de desasosiego lo obligó a repensar lo que estaba haciendo. En realidad, no sabía explicar muy bien esa necesidad, ese “porqué” o  “para qué” del viaje. Algunas lecturas e historias de amigos que conocían el lugar, le hicieron sentir esas inexplicables ganas de conocerlo. Bueno, aquí estaba ¿y ahora qué?
Bajó con lentitud del auto y maquinalmente le puso llave. Costumbre de ciudad.  Sin verdadera conciencia de sus actos, y a pesar del sol alto, comenzó a subir el cerro que tenía enfrente.
Fue a mitad del ascenso cuando por sobre la respiración jadeante  creyó oír una voz, pero al mirar alrededor sólo pudo descubrir una cueva. Se dirigió a ella caminando por una cornisa que se ensanchaba frente a la boca oscura. Otra vez quedó inmóvil al reiterarse la sensación de una presencia. Rápidamente volvió la cabeza a uno y otro lado, para comprobar que estaba solo. Pero… había sido tan real!
Con desconfianza se acercó a la entrada y a pesar del frío y la oscuridad no pudo resistirse a entrar. Dio unos pasos.  Mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra, miró el piso irregular y al levantar la vista  pudo ver  algunos signos en la pared de piedra. Signos que en un principio le parecieron  incomprensibles, sin embargo, se  descubrió interpretándolos.  Fechas, nombres y el comienzo de una historia. “Los blancos nos persiguieron toda la noche. Tuvimos que abandonar parte del ganado. Los que salvamos en la carrera los escondimos en el corral del sur. Ya están sobre nosotros. Ascendimos por el este para dominarlos desde las alturas y, sobre todo, para alejarlos de los animales. Pude encontrar esta cueva, pero he quedado atrapado. Son muchos y sus armas son muy potentes. Mis flechas no los alcanza. En cualquier momento el ataque comenzará y será feroz. Mis hermanos…”
Un silbido zumbó junto a su oreja derecha e instintivamente se tiró al piso, el proyectil se incrustó en la pared, justo detrás. Arrastrándose hasta la cornisa pudo ver, un poco más abajo de donde se encontraba, algo que le heló el corazón.
Más de veinte soldados subían buscando reparo entre los riscos. Buscó protección. Estaba atrapado. La cueva era una trampa. Casi desnudo, con un arco en la mano y algunas flechas en un carcaj rudimentario supo que no tenía manera de defenderse. Buscó salida por la izquierda, luego por la derecha, pero no la encontró. Lo estaban cercando. Uno de los soldados lo vio. Ambos quedaron inmóviles, estudiándose. El odio brillaba en los ojos del blanco, que le apuntaba con el rifle. No se movió. Esperó el final. Y, cuando creyó que le dispararía… una flecha, lanzada desde lo alto se clavó en el medio del pecho del rubio que con mirada, ahora de estupor, fue cayendo de boca, lentamente, entre dos piedras.
Entonces lo descubrió. Desde lo alto, un guerrero levantó su mano en señal amistosa y se  perdió entre las rocas.
Cuando despertó el sol caía sobre el horizonte. Le costó unos minutos recuperarse del aturdimiento. Aún estaba en la cueva, volvió a mirar la escritura. Se puso de pie y caminó hacia la cornisa. Todo estaba quieto, silencioso. Las sombras que avanzaban por las laderas, parecían taparla como un manto. Comenzó a descender por lo que había sido un sendero.  Poco después vio su auto y algunos otros que circulaban por la ruta. 
Cuando llegó cerca de su vehículo, alzó la vista y lo vio. Allí estaba con el sol por detrás. Parecía una estatua de piedra. Quiso convencerse de que era un juego de luces y sombras, pero la figura inconfundible volvió a levantar la mano y se perdió detrás de la montaña.

martes, 23 de agosto de 2011

Nocturno


Fui pájaro en tu busca.
En pliegues de inquietud
por fin te hallé.
Cuna tus brazos.
Vaivén de oleaje.

En espiral de sombras
llegó el regreso.
Y fue el color,
la luz,
los gestos.

Del delicado umbral
de la locura me has rescatado.
Insomnio, te he vencido.

martes, 16 de agosto de 2011

Del ingenio y el amor (cuento chino, de la China)


En los tiempos de la emperatriz  Chü-i, había en la corte una ayudante de rango inferior llamada Alike, cuyo  agudo ingenio era conocido sólo por pocos.
Por entonces, debido al desarrollo de la escritura fonética, las mujeres comenzaron a desplazar a los hombres de la escritura. La nueva  caligrafía, más suelta, se adecuaba a la sicología femenina.
Alike, hija de un gran escriba de la corte, heredó también la facilidad de palabra, que escondía muy bien. Su humildad y respeto le impedían ofender a la poco inteligente reina.
Cuenta la tradición que para salvar de un injusto castigo a su compañera Jan Kuie, quien había rendido su amor a un caballero de la corte,  puso a prueba toda su capacidad  creativa.
Jan Kuie, conoció al capitán Tonobu, primer funcionario, en las habitaciones de la emperatriz, durante el concierto de invierno. Como correspondía a su rango, ella estaba sentada sobre almohadones, dos pasos atrás y a la derecha de la reina. Él, en su asiento, en primera fila a escasos metros, pero, en una posición que le impedía   mirarla salvo moviendo exageradamente su cabeza hacia la izquierda. Sólo una excusa podía tener para hacerlo: mirar, sonreír y hacer una inclinación  a la soberana. Cuando lo hizo por cuarta vez, todas las damas (salvo la emperatriz) tuvieron la certeza del motivo de esta extraña conducta.
En realidad, Jan Kuie se enamoró cuando días antes bordaba en la habitación de descanso y lo vio desde el balcón. Su apostura y vestimenta lo hacían lucir, según ella misma le confesó a Alike, como uno de los bellos caballeros representados por los pintores o cantados por los escritores de romances. Vestía un manto forrado en seda; sus pantalones azules, estaban salpicados de bordados con ramas de glicinas; debajo, se asomaban una tras otra las capas de sus vestidos: blancos, violeta claros y otros.
Detrás del balcón, en el jardín, los ciruelos lucían sus flores, rojas a la izquierda, blancas a la derecha, tal como era la costumbre. El sol  del atardecer iluminaba toda la escena y en el interior,  la luz de las velas la hacían  aún más deliciosa.
Alike, nunca supo cuáles fueron los diálogos que se intercambiaron, pero sí, que Jan Kuei había escrito una nota, que llegó a manos desaprensivas y expuesta a los ojos de la emperatriz. Pero, había sido cortada de tal manera que  la mitad restante, y para su sorpresa,  no sólo tenía sentido completo, sino totalmente ofensivo hacia su señora.

                                 Espantosos tormentos
                                 Espero de la Emperatriz
                                 Sufro en silencio
                                 Esta cruel enemiga
                                 Quien me somete sin piedad
                                 Muero cada vez
                                 Nada puedo hacer

                                 Sólo ocultarme a llorar

                                                                 Jan


Enterada Alike, pidió a su amiga que le hiciera saber el contenido total de la carta, pero Jan Kuei se sentía tan avergonzada que prefería “sufrir tormento” antes que decir la verdad.
Alike resolvió entonces que ella escribiría una nueva nota en la que no sólo no aparecería el nombre de su amado, sino que discretamente, la haría llegar a quienes, por su influencia, intercederían ante Chü-i.
Así fue como la inteligente joven, por extraños medios, remitió a varios cortesanos e indirectamente a la emperatriz, la siguiente nota:

Espantosos tormentos estoy dispuesta a soportar.
Espero de la emperatriz su perdón, ante este amor profundo
Sufro en silencio, soñando el momento en que
Esta cruel enemiga: mi alma desesperada
Quien me somete sin piedad, cuando en la soledad
Muero cada vez que tú te marchas.
Nada puedo hacer para dejar de amarte
Sólo ocultarme a llorar, hasta que regresas a mí.
                              Jan Kuei.

La emperatriz, que no se destacaba por su inteligencia, pero sí por su sensibilidad frente al amor, no cejó en su empeño en descubrir al amado y entonces, obviando el respeto a las reglas establecidas “obligó” a los amantes a vivir como esposos “hasta que el amor los separe”, según dijo, durante la ceremonia, frente a la mirada entre sorprendida y burlona de sus cortesanos. Entre tanto, Alike cumplía con los ritos, serena y silenciosa, ocultando a los ojos de todos el placer que le producían los rostros radiantes de felicidad de los novios.

lunes, 8 de agosto de 2011

Alto costo

 Lleva horas sentada en la cama, frente a la única ventana de la habitación. Los brazos rodeando sus piernas y la mirada perdida en ese horizonte mental. El pensamiento vuela lento, frenado por las ataduras y las penosas experiencias.
“La vida empieza mal para muchos. No, para muchos no, para muchas como nosotras”. Se recuerda esa misma mañana acomodando el cuello del guardapolvo  de su hermanita, poniendo en su lugar un mechón desobediente, que volvió a caer  en la frente ni bien lo soltó. Igual que los mechones de su vida.
La dejó en la puerta de la escuela apretándole con fuerza la mano como para convencerla, y convencerse, de que evitaría que la vida siguiera siendo mala con ambas. La miró atravesar la puerta. Cuánto le agradece a la gorda Mirta. Ella denunció al viejo. “Claro, sabía bien lo que pasaba, pero no se animaba porque mi vieja no decía nada. Mi vieja, ¡pobre!... ¿pobre?...”
Desde hace un tiempo está aprendiendo cómo llegar a la noche, meterse en la cama sin temblar, sin que el corazón le  lata a mil por temor al aliento a alcohol, al olor agridulce y al peso insoportable. Deseaba cada vez morirse ya, ahí mismo.
Cuando entró al “Hogar” se quitó de un manotazo las lágrimas que bajaban con  bronca, más que con dolor. A los quince años sabía ya demasiado de la ruindad humana, por eso se prometía que su hermana no perdería las ganas de jugar, de aprender a ser feliz. “Me ocuparé de eso”.
Ya ahorró lo suficiente para comprarle esa muñeca que tanto desea. Y seguirá ahorrando. Es que necesita tanto darle lo que nunca recibió. Sobre todo ternura.  Aunque aún no sabe cómo, no permitirá que le roben lo que a ella ya nunca podrán devolverle: la esperanza. 

viernes, 5 de agosto de 2011

Inventos que no llegarán.

Todos los días y cada hora la revolución de las tecnologías no deja boquiabiertos, una no termina de entender algo y ya aparece el otro algo que lo supera, o incluso que demuestra que el primer algo era equivocado y ahora sí, vemos por fin el algo inequívoco. La tecnología nos ha permitido ver una ruta, un mapa que antes ni sabíamos leer en papel pero oh milagro de su pantalla ahora usted puede gracias a Google ir y venir de su casa a Japón o a las Islas Canarias y ver el recorrido de su supuesto avión. Es más, si Ud. desea, puede mirar su casa desde el satélite y dentro de poco se va a ver usted mirando su casa desde la computadora. Sin dudas eso sucederá en breve. Los años dorados donde usted imaginó o soñó poder ver un ídolo favorito casándose es un juego de niños de jardín de infantes. En breve usted podrá sentir el aroma del banquete de ese casamiento; las sensaciones ya están al alcance de la mano entre su pequeña portátil y sus ídolos favoritos. Viajar incluso será cosa del pasado, el petróleo escasea y usted viajará virtualmente. En gran parte usted ya lo hace, va a casa de sus amigos o parientes que viven a miles de kilómetros cuando chatea o facebookea con ellos.
Sin embargo en ningún apéndice informático se ha inventado ni se va a inventar cómo se puede reír y adelgazar. Y eso es funesto, maquiavélico y es a propósito. Lo hacen para tener gente para discriminar. Como no van a poder inventar una máquina que acumule las calorías gozadas en una risa y las queme tipo trote. Es ridículo que sigamos trotando, corriendo, sudando horas, haciendo Pilates, yoga, y como si eso fuera poco, padeciendo las mil y una dietas. Nunca se puso a pensar que en este nivel de comunicación e inventos es totalmente ilógico que no se haya inventado la máquina que con placer, y digo risa porque a todos nos gusta descostillarnos de risa, se pueda con ella idear la masa corporal humana dejándonos a todos igualitos para que no sufran unos pocos y se llenen los bolsillos los inventores de ejercicios y dietas.
Y no hablemos de los cirujanos plásticos, que se inventan a cada rato como sacarle a uno un pedazo de allá, aspirarle otro poco de acá, encajarle un anillo a cuyá, ni los nombren a ellos, seguro que en parte son responsables de que la máquina de risa para adelgazar nunca llegue al mercado.
Seguirán llegando lechugas con menos calorías, gaseosas asquerosas llenas de edulcorantes naturales o químicos, inventaran la pastilla de soja que alimente África entera, pero no le van a dar con la máquina que lo haga a usted feliz y flaco. No señor, antes se mueren todos, porque si la llegan a inventar…se acabó el chiste de los talles XXG. Se acabó el chiste de no comer chatarra, de vivir sano y caminar una hora por día. Se acabó la gigantesca producción de medio millón de dietas al año publicadas por Internet y cuanta boludez escrita en papel hay. Se acabó con los cirujanos arranca pedazos, y con los pone anillos, y se acabó con las señoritas que vomitan o no comen y con las psicólogos que esas niñas necesitan. Se acabó con la ERA Light, la Era Liviano, la Era sin grasa, la Era sin calorías.
Al diablo con todo el aparato montado para que desfilen y se aparezcan sólo mil personas escuálidas de moda: todos seríamos la moda. Todos igualitos de flacos, todos contentos y felices, flacos cadavéricos comiendo cualquier porquería. Porque¿ quién iba a resistirse a tragar todas las cosas ricas que te venden si después en lugar de correr una hora o parar de comer por un mes te vas a una máquina que además de quemar calorías te hace morir de risa?
NO LA VAN A INVENTAR.

lunes, 1 de agosto de 2011

El Sucesor

Se sentó a horcajadas sobre la silla mirando el respaldo, donde apoyó sus dos manos, tal como el abuelo lo hacía y comenzó a hablar con tono sentencioso, de sabio, que tanto había admirado en él. Sus piernas muy abiertas intentaban abarcar el ancho del asiento, pero sus pies colgaban a unos diez centímetros del piso.
Los otros, lo miraban expectantes.
“Atención”, dijo. “Yo sé que mucho de lo que les voy a decir será chino básico para ustedes, pero se me quedan todos bien tiesos, eh?  Desde que el abuelo se fue, bueno, mejor dicho, se murió, las cosas cambiaron por acá y yo tengo que decirles toda la verdad, sin pelos en la lengua. Si no queremos morirnos de hambre tenemos que caminar con pies de plomo y no levantar la perdiz. Nadie debe saber que nos quedamos solos. Vamos a seguir pidiendo limosna y vendiendo estampitas en los lugares de siempre. En cuanto aparezca la cana se me hacen humo enseguida, no vaya a ser cosa que nos saquen como a ratas por tirantes.
Vos, Colorado, que tenés tantos humos, no te hagas el sabihondo y te quedás mosca si el tano de la verdulería te pregunta algo.
Vos, Pitufo que hablás hasta por los codos te me cuidás bien de abrir la boca, te quiero más callado que tumba, ¿entendés?
A la viejita del departamento del fondo, vamos a tratar de molestarla poco, miren que no tiene un pelo de zonza y puede ir con el cuento a cualquiera. Acuérdense que al pobre viejo lo volvió loco cuando supo que algunos de nosotros no éramos sus nietos de verdad.
Se me levantan todos, bien tempranito y salen como si fueran a la escuela, que no podemos andar avivando giles. Y en cuantito se hace la noche, se vienen todos para acá, que demasiados problemas tengo ya como para preocuparme por saber en qué andan”.
Miró a todos con seriedad, pensando en qué más le quedaba por hacer.
En medio del silencio se bajó de la silla, la dio vuelta, la arrimó a la mesa y con sus siete años,  imitó el andar lento y cadencioso del abuelo.