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miércoles, 11 de enero de 2012

Obstinación



    Sintió la suavidad del musgo en su mejilla; una sombra sobre su cuerpo desnudo; el sonido débil del agua. Boca abajo e inmóvil aún, entreabrió los párpados. Vio la arena interminable y el rastro zigzagueante que se alejaba.
   Otro cuerpo se movió lentamente. Se acercaba. Sintió su aliento. Tensó los músculos.
En el ángulo estrecho de su visión apareció de pronto una mano y en ella la más roja, insinuante y fresca manzana. Movió su brazo y la tomó.
 Cerró resignada los ojos.
 Ya sin dudas, supo que había regresado.

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